Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, mayo 9

La lucha libre americana es la cifra de nuestro sindicalismo de estado

A)

Dos contendientes en un teatro, en una pelea amañada, escenificando un combate, una lucha que no se da. Los Sindicatos y el Estado... Pero deben “representar” bien. No son grandes si ganan -ni se lo plantean; son grandes si fingen bien, si son verosímiles en la porfía hasta el extremo de la sangre.
Hay un público del que dependen los contendientes, del que viven los contendientes; público que, a fin de cuentas, aplaude y celebra la “escenificación”. No ama la verdad, pues esta verdad hablaría muy mal de él mismo: mejor una mentira creíble. Mejor ver la “mentira disfrazada” en los otros que en nosotros mismos.
Al final, triunfa el combate amañado, triunfa la ceremonia; y da igual quien se proclame como ocasional “vencedor”, pues los dos púgiles trabajaban en lo mismo, son amigos, viven de esa pantomima y han procurado hacerlo bien en el intercambio fingido de unos golpes que, de todos modos, y en una medida atemperada, se reciben.
El público, que no ha sido engañado, se va y permite que siga la Falsa, pues le ayuda a soportar el peso de sus cadenas.

B)

Así es el negocio y el espectáculo de la lucha libre americana, tal y como lo recordó Aronofsky en su film “El luchador”. Y así es el negocio y el espectáculo de la lucha de los Sindicatos de Estado (UGT, CCOO, CGT,...) contra el Estado, “su”, “nuestro” Estado. El Estado: una sombría organización que procura “sindicalizar” toda protesta, “institucionalizar” toda rebelión.

C)

“Sin Dios ni amo” era una consigna muy bella y arriesgada. ¿Quién dice hoy “sin Estado” (sin ningún “derecho “en ningún punto de la Tierra, sabedor de que los “derechos” que concede el Estado han sido siempre, sin más, un soborno para la mayoría y un antídoto contra la muy minoritaria inteligencia maldita de cuantos no admiten regalos)? ¿Qué otra cosa es el Ciudadano, aparte de el hombre de los cien mil besos de Judas soportados? ¿Y quién se convierte hoy en Apátrida, figura máxima de la insumisión, la más peligrosa de todas las figuras? Nadie o casi nadie. Por tanto, estamos perdidos...
¿O no lo estamos del todo, y aún quedan unos pocos hombres-atentado?

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