Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, julio 8

Otra vez nos toca pagar su crisis



Resulta curioso cómo en España un autode-nominado gobierno socialista está legislando contra la clase obrera con más arrogancia y descaro de lo que lo haría uno de los llamados neoconservadores o neoliberales. Sí, ante esa crisis de la que tanto nos hablan y algunos no nos acabamos de creer, el Gobierno va a introducir una serie de medidas que van a servir para enpobrecer aún más a los trabajadores de este país y para asegurar los constantes beneficios de las clases poseedoras.
No nos creemos la crisis económica; es uno de tantos reajustes del sistema capitalista, esta vez con las empresas financieras (bancos y cajas fundamentalmente) con enormes agujeros en su contabilidad. Para sacarles del atolladero, los gobiernos echan mano del dinero público, pero en ningún momento pensarían en hacer algo similar para sacar a los trabajadores desempleados de la miseria. Los gestores del capitalismo saben bien quién es el amo.
En el paquete de medidas que el Gobierno español está aprobando figura una bajada del sueldo de los funcionarios, pero para nada se plantean reducir los altos cargos. Se recortará más el gasto público en cultura y sanidad, pero no se pondrá coto al despilfarro de las Administraciones Públicas en cosas inútiles ni se suprimirá el dinero para la Iglesia, cosa que ahorraría muchísimo dinero (pero muchísimo).
Abaratarán el despido diciendo que así se creará empleo. Creemos que abaratando el despido lo que se crea es mucho despido, un desempleo feroz que puede hacer palidecer a la nada despreciable cifra actual de cuatro millones de parados. Tienen intención de subir la edad de jubilación hasta los 70 años, y encima dice la vicepresidenta del Gobierno (socialista, no lo olvidemos) que es indecente que haya gente que que no esté de acuerdo en alargar la edad de jubilación.
Lo que nos parece indecente es que el salario mínimo de un trabajador sea de 624 euros al mes y el de un diputado de 3.996, pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a 6.500.
Nos parece indecente que un profesor, un maestro, un catedrático de universidad o un cirujano de la sanidad pública, ganen menos que el concejal de festejos de un ayuntamiento de tercera.
Nos parece indecente que los políticos se suban sus retribuciones en el porcentaje que les apetezca (siempre por unanimidad, por supuesto, y al inicio de la legislatura).
Nos parece indecente que un ciudadano tenga que cotizar 35 años para percibir una jubilación y a los diputados les baste sólo con 7, y que los miembros del gobierno, para cobrar la pensión máxima, sólo necesiten jurar el cargo.
Nos parece indecente que los diputados sean los únicos trabajadores (¿?) de este país que están exentos de tributar un tercio de su sueldo del IRPF.
Nos parece indecente el ingente dinero destinado a sostener a los partidos, aprobado por los mismos políticos que viven de ellos.
Nos parece indecente el coste que representa para los ciudadanos sus comidas, coches oficiales, chóferes, viajes (siempre en gran clase) y tarjetas de crédito por doquier.
Pero quizá lo más indecente es que los sindicatos agachen la cabeza ante todo esto y, como mucho, amenacen con una jornada de huelga ridícula; pero, claro, para eso están, para domesticar y aletargar a los trabajadores y que así el gobierno (socialista, no nos cansamos de repetirlo) pueda servir con más holgura y tranquilidad a su amo: el capitalismo.
Si seguimos sin hacer nada la cosa seguirá a peor. Si seguimos pensando que alguien vendrá a solucionarnos las cosas, acabaremos con una argolla en el cuello. Si no nos movilizamos estamos perdidos.
A.G.
Extraído de Tierra y Libertad

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