Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, marzo 28

El culto al trabajo y los orígenes del capitalismo




Los grandes capitalitas europeos -y también sus representantes políticos: los burócratas de la Comisión Europea- siempre han sentido envidia de sus colegas norteamericanos y japoneses (ahora también de los chinos). Les envidian porque los trabajadores de esos países trabajan más que los europeos. ¿Cómo competir en esas condiciones? -se preguntan-. Ahora, con la excusa de la presente crisis económica, intentan solucionar esa supuesta desventaja proponiendo, de maneras diversas, aumentar el tiempo de trabajo real allá donde aún se mantienen restos del Estado del bienestar. En esas coordenadas hay que entender el intento de aumentar la edad de vida laboral en España y otros países europeos.
Sabemos, por lo menos desde que Carlos Marx escribiera El Capital, que aumentar el tiempo del trabajo no supone otra cosa que un incremento de la plusvalía capitalista; es decir, del tiempo de vida expropiado a las personas que se convierte así en capital. Desgraciadamente, una parte del socialismo -el llamado socialismo real- no sólo siguió la consigna capitalista del aumento del tiempo de trabajo sino que la perfeccionó de forma considerable, hasta llegar a los extremos memorables de la Unión Soviética en tiempos de Stalin. Sin ir tan lejos, también la socialdemocracia europea ensalzó la moral del trabajo proletario como superior a la moral burguesa del ocio. Una deriva tan extraña se entiende en parte por el desarrollo perverso de la idea de trabajo militante como un valor en sí mismo. La militancia -con sus inevitables sacrificios- no debía ser en principio más que una situación pasajera para conseguir un cambio social profundo; un momento revolucionario que condujera al comunismo y la desaparición del trabajo asalariado. Sin embargo, los fracasos reiterados a la hora de conseguir tal cambio, convirtieron la militancia en un fin en sí mismo; en una forma de vida de abnegación y sacrificio, no muy distinta en sus formas de la abnegación religiosa de puritanos y jesuitas.

Artículo completo en: http://www.nodo50.org/tierraylibertad/4articulo.html

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