Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, noviembre 1

"El último tren", columna de Moncho Alpuente


Dar más a los que más tienen para que sigan acumulando y robando sin apearse de su tren de vida, un tren descarrilado y varado en el andén siniestro de la historia del capitalismo. Esta es la receta, inyectar más líquido en las venas agujereadas del Sistema, salvar a las empresas con transfusiones de la sangre de todos. Afortunadamente todos los muertos eran de tercera rezaba una vieja crónica del ABC acerca de un accidente ferroviario. Solo sucumben los que viajan en el furgón de cola, cadáveres prescindibles. La mejor receta para acabar con el paro es acabar con los
parados por decreto, un parado sin cobertura es un cero a la izquierda que no cuenta en la suma total. Si fuera posible prescindir de sus votos hace mucho tiempo que los centuriones neoliberales hubieran finiquitado los subsidios y las prestaciones. El término neoliberalismo es una contradicción de términos, nada más viejo que el liberalismo por muchas capas de maquillaje que le añadan. La ética ha sido sustituida por la cosmética, se maquillan los datos y las cifras, la realidad virtual es más real que la realidad real. El sistema está muerto pero los zombies no se han enterado y deambulan ebrios y ciegos por el desolado paisaje post industrial. La madre de todas las crisis se saldará con la liquidación de los excedentes laborales. Los esclavos de la gran
pirámide financiera yacen bajo los escombros pero la vida sigue igual en las cúpulas y cuando en el plomizo horizonte de la economía tímidos y presuntos socialdemócratas, como los de casa, sugieren gravar las rentas del capital se escucha el llanto y el crujir de dientes de los privilegiados que se rasgan las vestiduras. Las vestiduras no son suyas, entre todos pagamos los trajes de Camps, todos hemos aportado algo al fondo de reptiles, todos chapoteamos en la misma ciénaga, los depredadores y sus presas. Los ricos no pagan impuestos, a muchos incluso les salen a devolver sus hipócritas declaraciones de la renta. Nada de neoliberalismo, hay que volver al liberalismo de toda la vida. El sufragio universal debe ser restringido al viejo estilo, el voto para el que no trabaje, el sufragio solo para propietarios y rentistas. Que se voten entre ellos, que se maten entre ellos y que se olviden de nosotros sus comparsas que no pintamos nada en su
escenario y solo servimos para maquillar sus cifras electorales.

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